viernes, 3 de julio de 2009

Geverardo Konchelsky, el que se quemó con la sopa

La obsesión por trascender a hecho que muchos intenten por insólitos medios agregar su foto en las páginas del pequeño gran libro de la humanidad, muy pocos lo han logrado.
Geverardo es otro ejemplo de aquellos que han intentado dejar su nombre marcado en la piedra de la historia, desarrollandose en las más inútiles tareas en las que un ser humano ha podido alguna vez malgastar sus energías.
De pequeño intentó siempre brillar en las aulas, lamentablemente no era el niño con más luces y veía frustradas sus ilusiones una y otra vez. Pero si algo caracterizó siempre a Geverardo era su tozudez, pocos fueron y serán más cabeza dura que este muchacho. Y si bien a duras penas logró terminar el secundario, repitiendo varias veces, y casi marcando un record en cantidad de materias llevadas a marzo, se convirtió en un especialista en ciertos temas triviales como resolver acrósticos y sopas de letras.

Es así Pastafroleros, de todas las actividades del mundo, Geverardo eligió las sopas de letras como el rumbo a seguir en el camino de su vida. No recomendamos hacerlo en casa.

Fue indiscutido ganador del torneo "Opa opa resolveme esta sopa", que lo vio campeón por cuatro años consecutivos destruyendo todos los rivales que se le presentaron en la región de cuyo y el noroeste. Al ver que ya no tenía más desafíos por esos lares, Geverardo decidió dar el salto hacia el competitivo mundo profesional de la resolución de sopas de letras, participando de un torneo en San Clemente.
Allí enfrentó la dura realidad y, al ver que la velocidad de resolución de los chinos e islandeses hasta tres veces mayor a la suya, se le vino el mundo abajo. Ante este gris panorama, decidió internarse en su casa para desarrollar sus habilidades, lo cual tendría consecuencias totalmente inesperadas para nuestro amigo.

Su afición se volvió una obsesión, llevándolo a sesiones de más de 14 horas consecutivas de entrenamiento, y la realidad de Geverardo comenzó a distorsionarse de manera preocupante. Su aislamiento del contacto humano provocó que comenzara a alucinar. Fueron meses que pasó manteniendo largas discusiones con su propia sombra en las que incluso llegó a la violencia física, y desarrollando una especie de paranoia que le hacía ver amenazas donde no las había.
Esta sensación de peligro constante con el que vivía no le permitía dormir, ya que recurrentemente imaginaba que en cuanto pegara un ojo cualquier cosa tomaría vida y la atacaría. Muchos eran los personajes que lo atormentaban en su mente: el Mister Músculo que lo abofeteaba horas y horas sin parar, el tigre Tony de las Zucaritas le comía su "grrrrricos" dedos de los pies , el oso del pan Bimbo que tomando un tramontina lo acuchillaba y tomaba su sangre "siempre rica, siempre fresca" o el rubio de Vivere que subía a su cama y lo embambinaba "chuavechito chuavechito".

Dos inofensivos personajes que Geverardo veía como constantes amenazas contra su persona. En su defensa debemos aclarar que desde La Pastafrola siempre nos dieron cierta desconfianza estas dos alimañas en particular.

Sus nervios estaban altamente crispados y las discusiones con su sombra (a la que llamaba Charly) subían el nivel de agresividad.

Finalmente el día de su revancha llegó, esta vez la sede del torneo fue la localidad de Ezeiza. Geverardo no estaba para nada en sus cabales, y las charlas con Charly no habían retomado la tranquilidad en absoluto.
El juez de mesa le entregó su hoja con las distintas sopas, las cuales comenzó a resolver rápidamente. Al llegar a la última de ellas, Geverardo contaba con una clara ventaja frente al campeón defensor que parecía salido de una película de Karate fo Ever. El tema de la sopa era encontrar nombres, los cuales estaban ordenados alfabéticamente y eran encontrados con relativa facilidad: Ana, Ariel, Aldomiro, Bartolome, Betty, Brian, Carcaleo, Charly... CHARLY!!!
Geverardo no podía encontrarlo, y su sombra Charly comenzó a decirle "no podés verlo, yo ya lo vi, puto puto puto puto" y así siguió repitiéndoselo. Nuestro amigo estalló, tomó su silla y la arrojó contra su sombra, gritos guturales colmaron el salón y la seguridad se arrojó sobre quien tenía el apellido Konchelsky en su identificación. Pero los guardias parecían salidos de un jardín de infantes, y Geverardo se deshizo de ellos con dos patadas en la encía, estaba realmente desacatado.
Para fortuna de los demás participantes, el chino campeón defensor, no solo parecía el hijo de kung fu, sino que tenía todas las habilidades propias de un guerrero oriental. Este chino le propinó una paliza impresionante, con dos piñones en el hígado y una patada giratoria en la mandíbula. Varios dientes volaron por el aire. Geverardo cayó al piso y no volvió a pararse. El chino terminó sus sopas y levantó nuevamente la copa de campeón.

Al levantarse varios días más tarde Konchelsky se encontró en un hospital psiquiatrico, en el cual permaneció por casi dos años.
Teatralización de la patada giratoria que derribó y dejó inconciente a Geverardo por más de tres semanas. Agradecemos la fundamental colaboración de Chuck Norris para llevarla a cabo.

Afortunadamente Geverardo Konchelsky se recuperó, y aunque no volvió a tocar una sopa de letras, hoy busca desarrollar una carrera como actor dramático mientras gana unos pesos trabajando de hombre tarjeta en los partidos de fútbol.
Foto de Gerardo Konchelsky desarrollándose en su trabajo como hombre tarjeta, el cual realiza con gran profesionalismo mientras espera su oportunidad de trabajar en el teatro dramático junto a Alfredo Alcón o el Heavy Re Jodido. Aún le faltan un par de dientes que perdió tras aquella patada.

Desde La Pastafrola lo saludamos y esperamos que prontamente logre cumplir todos sus sueños.

Saludos Pastafroleros, para la próxima traeremos un método infalible sobre cómo atrapar los duendecillos que corretean por sus patios y la verdadera resolución del teorema de Green.

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